Soy infiel por naturaleza, me lo ha enseñado la vida. Quise al que quiero y yo por él esperaría, pero como no espera por mí, no se moja, yo sigo adelante y seguiré.
Ya no le quiero, él no hace por mí, sigue con ella, pero nos seguiremos viendo, por mí, por él, es que somos dos y allá que allá... pues eso. Como dije algún día, desde que le conozco, hace veintitantos años, era pasión, sin límite, una cosa... Aquello vale.
Quise a mi marido, por él yo hubiese dado dos vidas, o cinco, pero ahora le miro y está con ella (es muy fea y me odia, está gorda y tiene diez años menos que yo, alguien tiene que cuidar de los niños el día que le tocan a él, ya lo dijo en su día) mientras le hace cuernos cuando puede (no es muy guapo, aunque yo lo crea, me gustaba en todo, tampoco está bien dotado, un talla 9) hay que entender que si le sale la ocasión pues él... eso.
Y qué si me subí anoche encima de Santi. Yo tuve cuatro, y él sólo dos, un rápido, como nosotras decimos, el coche empañado, y qué si hay mangueras y luego al abrir las ventanillas todo funciona. Tengo una amiga que se dio cuenta, porque anoche no fuí discreta y todavía tiene las anginas del disgusto de ver todo esto, se asusta de ver la vida real y lo que está pasando por todas partes. Sensible no, inconsciente.
Nos engañaron, esto antes ya pasaba. Pienso hacer más, esta semana, pero voy harta de tanto hacer, no doy abasto con tanta oferta, ahora ya debería estar durmiendo porque según me convenga esta semana tengo a la vista dos y el que quiero, si puedo y si me apetece, porque tengo tanto para elegir, que si no se pone no ganará. Precauciones, por eso.
Batallas perdidas, o se moja o no gana.
Yo no pierdo, hago lo que me enseñaste, tú sigue, yo no espero. Dos caminos aparte se cruzan, vuelven a encontrarse y cuando una se cansa, fuera, que hay más.