Mi amor, ¿recuerdas aquella cálida noche en Verona?
Furtivos ambos, enamorados uno del otro, enamorados del mundo y de la vida. ¿Recuerdas como saltaba los cercados de espinos?, lejos de dañarme, me recordaban la otra espina.
La otra espina que dentro, en nuestros corazones, nuestras familias enfrentadas para nuestra desdicha.
¿Recuerdas? El amor que te profeso, cálido, ardiente, apasionado. Recuerdo como bajo tu balcón te quitaste la ropa interior y la arrojaste a mi rostro. Recuerdo como el aroma de tus entrañas me hacía enrojecer, y crecer, crecer en mi ser.
Tu prenda conmigo siempre llevaba, me hacía recordar el día que te desfloré. Que pasión, cuan ardientes los dos, descubriéndonos de principio a fin. Húmedos, sexo contra sexo. Sólo la luna fue testigo en aquel bosque de Verona.
Recuerdo como prendiste "mi arma" y jugaste con ella, resfregándola por todo tu cuerpo, como me arropaste con tus labios. Recuerdo como en aquel bosque yo busqué el tuyo, menos frondoso, más aromático, dulce. Sudorosos amantes. Lenguas peligrosas, poderosas, dominantes. ¿Sabes que no puedo quitarme de la cabeza aquel recuerdo?
Como me diste la espalda y me cogiste para que te hiciera llegar al cielo. Una y otra vez. Pero lo que más recuerdo, lo que más me hace volver a mojar mis calzones es recordar tu voz, tus susurros suaves en mis pezones, tus gemidos: "Romeo, sigue y no pares ahhhh". Si no vertí sobre ti cien mares, no vertí una gota de mi esencia. Si húmeda estabas más húmeda te dejé, impregnada en mí. Esparciendo mi placer sobre tí, ya no podías aguantar más y volviste a pedirme unir mi lengua a tus 4 labios. Y me los comí y ellos me comieron y vertieron sobre mi tu goce.
Julieta, no puedo olvidarte.
