Las meigas, son unos de los personajes fantásticos o no que más fama han acaparado dentro y fuera de Galicia. La frase del genial Vicente Risco "habelas, hailas, aunque yo no crea en ellas", define perfectamente el arraigo de éstos seres en la cultura popular.
Se las describe generalmente como mujeres de edad avanzada y aspecto siniestro y suelen ser portadoras de los males que aquejaban a las aldeas gallegas: muertes de personas y animales, sequías, inundaciones,
Son servidoras do Demo o Diaño (Diablo) y han renunciado a Dios. Celebran sus reuniones en bosques o en cruces de caminos, a las que acuden volando en sus escobas. Allí alrededor de un fuego, esperaban la llegada de su señor, quien se presentaba en una forma extraña, ya que la mitad de su cuerpo era de forma humana y la otra era de macho cabrío. En ésta reuniones o aquelarres, confirmaban su fe en el maligno y representaban una parodia del rito cristiano de la eucaristía, utilizando para tal fin, la sangre de un gato negro y las entrañas de un niño. Estos siniestros ritos solían concluir con orgías en las que el diablo terminaba arrojándose a la hoguera, y apareciendo en la siguiente reunión de idéntica forma, ya que es el único ser que tiene capacidad de reencarnarse en sí mismo.
Podían transmitir la rabia con un solo mordisco de su boca desdentada, y tenían el poder de dañar sólo con su mirada tanto a personas como a animales, era lo que se conocía como "mal de ojo". Su actividad es mucho más intensa en las noches de San Juan y san Silvestre. En ésta última, al sonar las doce campanadas del cambio de año, suele arrojarse un cubo de agua por la puerta, al grito de "¡San Silvestre, meigas fora!", lo que asegura un año libre de "meigallos".
La Inquisición persiguió durante mucho tiempo a las meigas o brujas, no sólo en el reino de Galicia, sino también en toda España y en Europa. En los interrogatorios, se utilizaban terribles torturas para obtener una confesión satisfactoria de la acusada, que la mayoría de las veces acababa con sus huesos en la hoguera.
