Y llega la primavera con sus hojas nuevas,
sus flores francas,
su hielo derretido.
Llega con pavos reales desplegados,
gritando por cruzarse.
Me pregunto el significado de tanta primicia.
La tierra se prepara.
La gente se aliviana la ropa.
Bebiendo fragancias intoxicantes
se enamora con los pechos y los dedos de los pies
asomados al mundo.
Todo se asolea con alborotada relajación,
con una expectativa en la mirada
y en la yema de los dedos.
Todos lavados, planchados y pintados
esperamos el acto de la primavera.
Algunos,
incapaces de soportar la espera
se suicidan.
Más luego viene el verano con su presión,
su exigencia solar
que convierte esperares
en pesados careos con la energía.
Entonces en otoño
las expectativas frágiles
secas
caen
se azotan en la tierra,
se desintegran.
Y ahí está el invierno.
Reconcentrado
sin sueños
desconfiado
y filudo,
en su aposento de espejos ahumados.
¿A qué todo este ciclo, digo,
esta repetición incesante?
La naturaleza lleva un ritmo lento
que ya no satisface.
Queremos eventos
que sobrepasen el ciclo.
Saltos cualitativos,
cuantiosos,
fuera de este tiempo y espacio.
¡Queremos el cambio de nuestras vidas en un instante!
IBN MANUH