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"ninguna eternidad como la mía"

Última respuesta: 3 de septiembre de 2010 a las 17:39
M
mahe_8518697
11/11/05 a las 6:12

¿Por qué inventas que te vas a España? ¿No tienes corazón para ser humilde y aceptar que sólo vas aquí a la vuelta?
-Te quieres callar- dijo Corzas-Vámonos Isabel.
-¿A España?- le preguntó Isabel sin moverse del suelo.
-A donde quieras-contestó él tirándose junto a ella como si nada hubiera dicho el día anterior.
-A mirar los volcanes- dijo Isabel.
Luego se levantó riendo, se puso la ropa encima de las mallas y sin quitarse los zapatos de puntas siguió a Corzas rumbo a la calle de Artes, como si la noche anterior hubiera sido una pesadilla olvidada.
- Adiós, débil. Que sea para bien-le gritó Pablo desde la puerta.
No subieron a ver los volcanes. En cambio pasaron la tarde yendo y viniendo por sus cuerpos desolados como si llevaran siglos extrañándose.
-No sé vivir sin ti-dijo Corzas-pasándole un dedo por la espalda-Quiero que vengas a donde se me ocurra.
-Todo fuera como eso-dijo Isabel, metiendo su cabeza entre las piernas de Corzas.
Esa noche no volvió a dormir a casa de Prudencia Migoya. Le avisó que había recuperado la fortuna y que no pensaba perderla. A la mañana siguiente faltó a clases y también a la siguiente. Por una semana nadie supo de ellos. Pasaron los días mirándose las risas y las noches caminando y bebiendo hasta la madrugada.
-¿A dónde te vas cuando bailas como si te perdieras?-le preguntó Corzas a las tres de la mañana del sábado.
-A la gloria-dijo Isabel evocadora.
-¿Y qué tienes conmigo?
-Todo
-Que terca eres Isabel-dijo Corzas-Déjame ir. Sálvate de mi.
-Métete aquí y no me molestes-dijo Isabel llamándolo a la cama. Habían bebido de más y de más también se quisieron esa noche. Cuando por fin el cansancio los adormeció a uno en el otro, un gallo de pueblo cantó en mitad de la ciudad y los pájaros empezaron su alboroto como si nada.
Isabel despertó por ahí de las doce con el sol picándole los ojos. Encontró vacío el otro lado de la cama. Se acurrucó diciéndose que Corzas había bajado a la calle por el periódico. Pero tras media hora de espera, un susto le picó el ceño. Se levantó de un salto y caminó hacia la mesa en que Corzas acostumbraba pasar horas leyendo. Le sorprendió un orden que no había el día anterior. No estaba el tiradero de libros y cuadernos de Corzas. En su lugar sólo había una caja de madera Olinalá. Isabel la abrió con más curiosidad que aprensión. Dentro encontró el pañuelo de colores que le habían comprado a una gitana el día que les predijo largos años de amor y felicidad, dos servilletas en la que Corzas le había escrito poemas, el programa del concierto en que estuvieron el viernes, un pedazo de pared desprendido de una capilla colonial cuando se besaban recargándose en él, dos caramelos. Y una carta de Corzas pidiéndole perdón por irse sin ella.
Isabel la leyó sin llorar una lágrima. Luego, se lavó la cara. Peinó sus cabellos en desorden, cargó la caja y salió del cuarto como quien deja el cielo.
Llegó a la casa de Prudencia Migoya por ahí de las tres de la tarde y la encontró comiendo a solas en una mesa con platos y cubiertos para una persona más.
-¿Esperas a alguien?-le preguntó Isabel.
-A ti, mi diablo-dijo ella con una sonrisa grande como una casa de beneficencia pública.
-Podría yo suicidarme.
-Si ese final merece tu historia-contestó Prudencia Migoya.
-¿Y cuál otro?-preguntó Isabel, dejando que unas lágrimas gordas le cruzaran la cara.
-Yo diría que quien ha merecido la dicha puede soportar la desgracia, y que toda emoción santifica.
-Yo no quiero santificarme-dijo Isabel, derrotada.
-Pero quisiste el cielo. No hay cielo eterno. Ahora tienes que soportar el desfalco de perderlo. Pero la tierra también tiene sus encantos. Te voy a dar una probadita de alguno.
Prudencia Migoya se levantó a calentar una sopa de hongos y flores de calabaza. La puso frente al duelo de Isabel con una cesta de tortillas y un cazo de salsa verde.
-No llores y come un poco. No voy a dejar que te suicides de hambre. Te queda mucho por vivir.
-Tengo ganas de morirme- dijo Isabel empujando la sopa.
-Con que tengas ganas de algo-le contestó Prudencia acercándole la cuchara a los labios.
Isabel probó un poco de caldo y luego volvió a llorar durante los dos meses que siguieron a esa tarde. Lloraba camino a las clases y llorando bailaba todas las horas de su rutina diaria. Llorando comía uno que otro bocado de los muchos que Prudencia Migoya le acercó a la boca, llorando se iba a dormir y dormida soñó que lloraba.
-Mientras baile así, aunque llore así-dijo madame Giron, sin mostrar piedad.
Prudencia en cambio la consentía hasta llegar al extremo de cantarle en las noches para que se durmiera.
-No hay como un arco iris cuando llueve-dijo una tarde abrazándola. Luego comenzó a planear una excursión hasta el pueblo de Amecameca en las faldas de los volcanes.
Isabel fue con ella como iba a todas partes, sonámbula y hermosa, llorando.
-Parecen eternos-dijo tras una hora de contemplar los volcanes en silencio.
-Son lo más cercano a la eternidad que conocemos-dijo Prudencia-ni tus lágrimas van a durar tanto.
-Ni mis lágrimas-aceptó Isabel. Había dejado de llorar hacía una hora-Espero que ningún desamor sea tan largo. Pero mi breve paso por el cielo, ése sí que duró tantísimo. Tengo a estos volcanes por testigos. Ninguna eternidad como la mía.


Ángeles Mastretta

Ninguna eternidad como la mía, fue publicada en 1999. narra la historia de Isabel Arango, una chica de diecisiete años que emigra a México, D.F., a estudiar baile. Mastretta llena a su personaje principal, Isabel, de la misma pasión por una vida independiente que hizo anteriormente con personajes de obras anteriores. Isabel nos recuerda a Emilia Sauri de Mal de amores y su pasión por vivir el amor y el tiempo presente con gran intensidad además de hacerlo de acuerdo a su propia concepción que tiene de ésta. Libre de ataduras sociales que le impidan emigrar como adolescente al D.F. y de llevar una vida sexual libre de prejuicios, Isabel encuentra que su felicidad reside precisamente en la forma en que ella misma desee llevarla a cabo: con plena libertad y consciente de sus actos.

Me encantó y quise compartir con vosotr@s quizás también porque yo también sentí esto "un breve paso por el cielo" que nunca cambiaria, aunque ahora esté pagando el citado desfalco.
Un abrazo enorme a tod@s y si...merecer la dicha para soportar la desgracia y continuar emocionándonos...es lo que cuenta...
Maely

Ver también

Z
zinnia_8260177
11/11/05 a las 18:48

Muchas gracias,
amiga, por compartirlo con nosotros.
Ha sido un placer leerlo.

Apachurre,
Bela7

A
an0N_639152699z
11/11/05 a las 19:36

Maely
cuánta razón, gracias por compartir. Me ha encantado.


M
mahe_8518697
17/4/06 a las 8:30

Si amor...
Retomando esas palabras..." mi breve espacio por tu cielo, ese si que lo llevo dentro y tengo este amor por testido...ninguna eternidad como la mía...junto a ti por el resto de mi vida"

Te amo
Maely

A
adara_6358045
3/9/10 a las 17:39

Hola
Hola me intenreso la lesctura y queria saber si el libro se puede descargar gratis en linea?

Me gustaria resivir respuesta, que estes bien saludos

gracias

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