Consultor matrimonial
Marido y mujer peleaban más cada día. Las peleas llegaron a un grado tal de
frecuencia y virulencia que ambos, de común acuerdo, decidieron buscar la
ayuda de un consultor matrimonial.
En la primera cita, el consultor, sentado tras su escritorio y teniendo
enfrente a marido y mujer en sendas sillas, le pidió al marido que hablara
primero.
Éste se quedó pensativo, miró al techo como repasando los bemoles y lo
largo de la historia que debería contar y, bajando la cabeza, guardó
silencio.
El consultor invitó entonces a la mujer, que, de inmediato, comenzó a decir
"¡ Es que este hombre no me hace caso, no toma en cuenta mis opiniones, no
me da el dinero que le pido, no me hace regalos de aniversario, se queja de
cómo cocino,...", y así por 5, 10, 15 minutos.
De pronto el consultor se levantó de su sillón, se acercó a la mujer, le
puso la mano derecha tras la espalda y, levantándole con la izquierda la
barbilla, le dio en la boca un largo y apasionado beso. Luego regresó tras
su escritorio y se sentó.
La mujer quedó paralizada, con la boca abierta y los ojos desorbitados.
Entonces el consultor, mirando fijamente al marido le dijo: "¡ Eso es lo
que necesita su mujer ! ¡ Por lo menos dos veces por semana!"
Sin inmutarse, el marido contestó " Bueno, yo puedo traérsela los lunes y
los jueves"