En las circunstancias actuales, los datos de la última PNUD (Pesquisa Nacional por Unidad Domiciliar) sobre los jefes y el sustento de las familias, especialmente las de bajo poder adquisitivo, vemos que son, en gran parte, las mujeres las responsables por el apoyo económico, afectivo, físico y emocional, necesario a la sobrevivencia, crecimiento y desarrollo de l@s niñ@s.
Incluso en los países desarrollados, el hecho de que los cuerpos de las mujeres son los vehículos mediadores de la emergencia de un nuevo ser, las hace socialmente responsable por su cuidado. Agréguese a esto, el hecho de que, en la gran mayoría de los casos, las mujeres ejercen o rechazan la maternidad, en situaciones de extrema pobreza, de carencia, a veces, desesperante. En estas condiciones, a ellas se les debe atribuir la decisión sobre la manutención o no de un embarazo no planeado, ya que, en primer lugar, son ellas las que sufren sus consecuencias.
Sin embargo, es fundamental considerar que sería no solamente injusto, sino también inhumano e inmoral, exigir de las mujeres que se hagan madres, simplemente porque están dotadas de la capacidad biológica de concebir. La maternidad es plenamente humana cuando es el resultado de una elección ética y no de una imposición genética. El reconocimiento de la humanidad de las mujeres significa atribuirles a ellas el control sobre su capacidad biológica de generar un nuevo ser.
Por lo tanto, en una sociedad, actuar moralmente es extender a todas las mujeres el bien que significa la posibilidad de interferir en el propio poder creativo, y no dejarlas sujetas al capricho de un accidente biológico. Moral, en una sociedad, es reconocer a las mujeres como agentes morales de pleno derecho, con capacidad de optar éticamente, de acuerdo a los criterios socialmente aceptables como justos. Inmoral es que otros - ya sea el Estado, un grupo religioso o una Iglesia - decidan sobre lo que las mujeres pueden o no hacer de sus cuerpos, de su capacidad reproductiva.
Hace mucho tiempo que las mujeres proponen el respeto al cuerpo como un punto esencial en cualquier principio ético sobre el tratamiento de las personas. La idea de "derecho a la propiedad del propio cuerpo" o de "respeto a la integridad corporal", principio básico del feminismo, no es una simple derivación de la noción occidental de propiedad privada. Antes al contrario, refleja la experiencia de las mujeres, que necesitan mantener control sobre las condiciones de la actividad reproductiva con el fin de conducirla bien.